Hace un par de meses, “Fede” Alvarez colgó en YouTube “Ataque de Pánico”, un video sobre una invasión robótica a Montevideo. El corto tiene unos efectos especiales espectaculares que llamaron la atención en Hollywood. De la noche a la mañana, Alvarez consiguió un contrato para dirigir una película con un presupuesto de 30 millones de dólares y un millón de sueldo para él.
Este es un claro ejemplo del poder de la globalización, de cómo un director desconocido de un país olvidado puede llegar a la fama simplemente a través de su talento. Pero no es ese el tema del que quiero escribir. Me gusta más este caso como ejemplo de dos mitos muy arraigados en la cultura uruguaya.
El primero no es exclusivo de nuestro país y se resume en el viejo graffiti “Yankis go home (y llevenme con uds!)”. En países con sistemas de transporte colectivo decentes, el mito se conoce como “músico descubierto en el Metro”. Es el caso de Drexler, abucheado por el público uruguayo cuando era telonero de Sabina. Joaquín quedó impresionado por el talento del doctor, lo abdujo al primer mundo y a partir de ahí fama, dinero y Oscar incluido. En este caso, el secuestrador no fue un español borracho y mujeriego. El honor lo tuvo la Internet. Podría haber sido Paco Casal o algún otro ángel de la guarda, de los que roban niños de los cuadros de baby fútbol para llevarselos a Italia, con el beneplácito de sus padres. El uruguayo nunca se va por voluntad propia: o es expulsado por los suyos o es secuestrado por otro país.
El otro mito es una película que ya vimos y fue dirigida por Robert Rodríguez. “El Mariachi” fue filmada en 1992 con un presupuesto de sólo 7225 dólares. Luego, promocionada por Hollywood, se transformó en un éxito global y lanzó al director mexicano al estrellato. Este mito (muy cristiano) nace del orgullo del tercermundismo–en este caso latinoamericano– y se puede resumir así: “somos pobres, pero terribles vivos”.
“Ataque de pánico” se realizó, según su creador, con un presupuesto de 300 dólares. Sin embargo, esto no es verdad. Seguramente el presupuesto real haya sido diez o cien veces más grande, lo cual no le quita el mérito pues el producto es excelente y habría costado quinientas veces más en el primer mundo. Aclaro entonces no ataco a Alvarez por mentiroso, pues seguramente de su bolsillo salieron efectivamente sólo 300 dólares. Pero en esa afirmación hay una mentira que parasita la cultura uruguaya.
Es mentira porque, para hacer un video así, hacen falta computadoras y software que salen mucho más que 300 dólares. Es verdad, pueden haber sido prestadas y el soft open-source. Pero lo que no puede haber costado 300 dólares son los centenares de horas de trabajo del propio director, asistentes y actores.
Se ven en el video varios extras y algunos actores. Obviamente todos trabajaron “de onda” y no cobraron nada. Pero eso no quiere decir que su trabajo no tenga un precio. Hace muchos años, un profesor nos contó que hacía trabajo voluntario todos los meses en una cooperativa de vivienda. No cobraba. Sin embargo, a fin de mes, les entregaba una boleta donde decía “servicios prestados, 10.000 pesos”. En la siguiente línea, se leía “descuento, 10.000 pesos”. Lo hacía, nos explicó, para darle valor a su trabajo y para que éste no fuera tomado por sentado. En su momento, la actitud me pareció arrogante, pues el cristianismo nos enseña que la ayuda debe ser desinteresada. En este momento, la experiencia me muestra que es la actitud más sana y clara, para evitar el voluntarismo que reinó durante tantos años (y respira todavía) en la cultura uruguaya.
Desde hace tiempo que doy charlas sobre videojuegos. Es un trabajo divertido que me ha permitido viajar por el mundo. Tengo una tarifa por mi trabajo, aunque generalmente mi tarifa varía según si la charla la doy en Tokio o en Bolivia. A veces, cuando los eventos son organizados por amigos, no cobro nada. Hace unos años me invitaron a dar una charla sobre videojuegos para un evento de una gran empresa en Uruguay. Me contactaron, explicaron los detalles y agregaron a lo bruto que, como la entrada al evento era gratuita, no me iban a pagar nada. Tuve que explicar con todas las letras, que por más que la entrada fuera gratuita, el evento era una acción de marketing de la empresa. Que el evento se desarrollaba en un hotel 5 estrellas, con técnicos de audio y de filmación. Pedí que se me explicaran por qué yo no iba a cobrar si el hotel iba a cobrar, los técnicos iban a cobrar pero el público me iba a ir a ver a mí, el único que no cobraba! Varias de las charlas que doy son gratis o con pagos simbólicos pero esa es una decisión mía, no de los organizadores. La charla la di igual, con gusto, pero luego de haber dejado esto claro. No quería que los organizadores luego dijeran “hicimos un evento para mil personas con tres mangos”. En Uruguay, los eventos culturales quizás se hagan con tres mangos, pero cuestan y valen mucho más.
En pocas semanas cierran los Fondos Concursables, un buen mecanismo que tiene el Ministerio de Educación y Cultura para financiar proyectos. El gran problema que tiene el sistema es que funciona en un país donde los presupuestos no se achican con los gastos materiales: se achican en el sueldo del artista. Entonces la imprenta cobra lo justo, pero el dibujante no; el teatro cobra lo justo pero el actor no; el estudio de grabación cobra lo justo pero el músico no; el librero cobra lo justo pero el escritor no.
Por suerte, desde mi regreso al país hace tres años, he notado que la cultura del voluntarismo, tan arraigada en la generación sesentista de mis padres, está disminuyendo gracias a la profesionalización del medio. Pero queda un largo camino. Es verdad, el pueblo tiene derecho a la cultura. Pero los artistas también tienen derecho a vivir de lo que hacen y estas dos verdades no tienen que ser contradictorias. Es verdad, somos pobres y eso nos hace ingeniosos. Pero no nos mintamos más: los largometrajes no se hacen con 7 mil dólares ni los cortos de ciencia ficción cuestan 300.
La cultura tiene precio y es un precio caro. Y está bien que así sea porque eso le da valor.
clarito!
Publicado por: enrique | enero 22, 2010 en 12:25 p.m.
Excelente.
Publicado por: Avo | enero 22, 2010 en 12:47 p.m.
Excelente artículo y concuerdo 100% con vos.
Publicado por: www.facebook.com/profile.php?id=507388475 | enero 22, 2010 en 01:06 p.m.
¿Cuánto cobraste por escribir esto?
Publicado por: Tincho | enero 22, 2010 en 01:34 p.m.
Hola,
bonito tema en cuestión. Yo escuché una entrevista en la radio donde el propio autor explicó el cálculo de los 300 dólares.
Aparentemente, según yo pude interpretar, la referencia a los 300 dólares se trataría de una maniobra de marketing para llamar la atención de los cazatalentos de Hollywood. Prueba superada.
Aclaro que uso la palabra "maniobra", pero no quiero ofender ni al autor, ni al marketing (Montevideo es chico, je), quizá se pueda sustituir "maniobra" por la expresión "estrategia", mejor así.
Siguiendo con el plano metafórico, y trasladándonos a Uruguay, la gracia sería la siguiente: decir que el corto costó 300 dólares sería como decir: "esto salió tres mangos", tal cual lo explica el post original. Es obvio que cuando uno dice esto en una conversación común, no se está refiriendo a que el costo real fue de tres pesos uruguayos.
Quizá podamos identificar aquí otra de las habilidades del creador, que no solo es capaz de realizar el corto, sino que está en condiciones de promocionar su trabajo. Digamos que sabe decir en la jerga hollywoodense "esto se arregla con tres mangos", y eso revela un conocimiento extra de Álvarez.
Todos quienes estamos en el ambiente creativo sabemos que un punto flaco es la poca capacidad de promoción, y muchas veces auto-promoción, de los trabajos u obras creativas.
Según recuerdo, ahora vuelvo a la entrevista, los 300 dólares corresponden a los gastos de la filmación del rodaje en las calles, alquiler de equipo y similares. El tiempo total de edición/postproducción fueron 2 o 3 años, ahora se me confunden los datos, pero eso obviamente no está en el cálculo.
Mecioné todo esto porque tengo la sensación que los 300 dólares podrían ser vistos como un eslogan, y si fuese así, es difícil saber si un eslogan es verdadero o falso. En general las metáforas son más o menos creíbles, pero tah... no es el punto acá :P
El riesgo con los esloganes de marketing, es que cuando caen en manos inexpertas se transforman en información basura. Todos sabemos que "arrolla la sed" es un eslogan y todos sabemos, más o menos, que significa esta frase junta al dibujo esquemático de un buey.
Pero frente a un público no entrenado, la frase "arrolla la sed" puede llevar a confusión. Y creo que ese el punto con el eslogan "el corto de los 300 dólares". Quizá se genere una cola de clientes que quieran encargar su corto de 300 dólares. Tanto el estado, como empresas privadas podrían encargar sus videos por 300 dólares.
Si tomamos el eslogan como una frase verdadera, imagino infinitas posibilidades. Por ejemplo: los vecinos de cualquier ciudad se podrían reunir, recolectar 300 dólares y pedirle a Álvarez la realización de un corto similar, en vez de Montevideo, sería Canelones, La Paz o Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, Asunción del Paraguay, por poner algunos ejemplos. Luego podrían seguir otras ciudades de países de la región y luego del mundo. Oportunidades sobrarían.
Al poco tiempo Álvarez y su equipo quedarían exhaustos y en bancarrota si siguieran su eslogan al pie de la letra.
Esto es lo último, prometo. Pero si los 300 dólares fuesen cierto, yo evaluaría la posibilidad de patinarme mis ahorros en el encargo de un corto similar para subirlo a mi cuenta de Facebook, donde se muestre la destrucción de mi casa o la plaza del barrio. Y quizá pueda regatear el precio con Álvarez y conseguir este corto por 100 dólares.
Seguro que mi apartamento o la plaza del barrio tiene que dar mucho menos trabajo que la ciudad de Montevideo. No tengo problema en que se usen los mismos robots y aviones, hasta que se repitan los efectos de las explosiones. En realidad, creo que el costo final tendría que ser mucho, mucho, pero mucho menor. ¿Qué les parece "tres mangos"?
Publicado por: Andrés | enero 22, 2010 en 08:24 p.m.
Hacer un corto...300 U$.
Matar un mito uruguayo...priceless.
Publicado por: caro curbelo | enero 22, 2010 en 08:25 p.m.
nunca lo hubiera podido expresar tan bien.
Una maravilla esta página!
Publicado por: noel | enero 24, 2010 en 11:54 p.m.
Excelente!! No podría estar más de acuerdo
Publicado por: Mauricio P. Milano | enero 25, 2010 en 02:21 p.m.
Excelente post, 100% de acuerdo!
Publicado por: Ann | enero 25, 2010 en 03:49 p.m.
99% de acuerdo con tus observaciones Bicho Bolita....personalmente, encuentro en esta historia otra gran falacia: que cualquiera puede "a puro ingenio" ganar un millón de dólares y ser admirado mundialmente; siento que me venden al "Fede" como el hijo del canillita iluminado que la pegó, que con u$s 300 (que se los prestó la abuelita con un adelanto de la jubilación) y la ceibalita va a ser el futuro rey midas de hollywood.....
Agradezco siempre el entusiasmo de los medios (no es para menos), y felicito, de corazón esto -nunca se sabe- a este amigo y a muchos de los que participaron y participan de proyectos similares; ojalá corran la misma suerte (incluidos los extras que son baratos también aquí en uruguay). Fue sino inteligente, efectiva, la fórmula "autobombo" del bajo presupuesto -que no se nota para nada-, y ojalá sea estímulo para muchos otros jóvenes, y niños porqué no; que omitiendo unas poquitas meriendas puedan reinvertir en digitalizar a sus maestras reventándose la cabeza contra algún cutcsa que no respeto el cartel de "despacio escuela", que ironía hay ahi eh !! (si algún niño triunfa con algo así ayúdenme a cobrar derechos de autor !).
saludos, muy interesante la reflexión.
Publicado por: Martín | abril 04, 2010 en 07:06 p.m.
Cada historia, y sobre todo las que se forman entre los medios e internet, tiene una vida propia más allá de las intenciones de los protagonistas. No creo que lo de los 300 dólares haya sido autobombo, sino un detalle más entre otros. Pero ese detalle encontró terreno fértil en el imaginario local y global, y por eso fue creciendo, darwinisticamente (por Charles, no por Desbocatti :), desplazando a otros. Mi interés personal al escribir la nota no es sobre el valor real de la producción, sino por qué ese meme (palabra dificil pero que viene al caso, viene a ser un gen cultural que evoluciona) pega tanto en nuestra cultura uruguaya.
Publicado por: elbichobolita | abril 04, 2010 en 08:22 p.m.